LOS NORMALISTAS DE AYOTZINAPA

por Augusto Sanhueza ex gobernador y académico universitario

Cuando  en México íbamos a Acapulco y  pasamos por el Estado de Guerrero un día (Iguala) y al amanecer supimos que por  donde habíamos  caminado la  tarde anterior aparecieron dos   hombres  colgados, a los cuales habían muerto durante la noche, se nos pusieron los pelos de punta. Tanto por el hecho, macabro, como por el ambiente de tenebrosa inseguridad que  pudimos  captar en la  ciudad. Vivir  con miedo era el pan de cada  día.

Por eso cuando en el mes de septiembre leí la  noticia del desaparecimiento de los estudiantes  normalistas de Ayotzinapa algo  extraño me  pasó y quise  gritarla barbarie. Me aguanté, y estuve cada día pendiente de los acontecimientos. Fui estudiante normalista, y aprendí que la profesión de educador no solo es la más  hermosa que te puedas imaginar, sino  que te  compromete a fondo con la realidad de tu país. Y, conociéndola, puedes dar  todo de sí para que cada  día sea más  humana y más digna. Porque ahí, en la sala de clases, está  la semilla del paìs que sueñas. ¡Entonces tienes que sembrarla con amor! Y jugártela.

¿Qué  hicieron los 43  estudiantes normalistas de Ayotzinapa para que los mataran? Perdón, ¿qué, para que los  hicieran DESAPARECER? Piensa en esto que te digo y reflexiona ante  semejante  barbarie. Piensa, por favor.  Y, admítelo, es una barbarie, y  bárbaros son quienes lo hacen. Ellos reclamaron porque ya  habían desaparecido a otros compañeros  suyos y no había justicia. Era  como si no hubiera pasado nada.  Reclamaban por la forma  cómo funcionan las cosas en su país, por esa realidad donde el Estado de derecho “es una lejana referencia para la mayoría de la población, y donde se garantiza la seguridad de unos pocos para  que éstos hagan los negocios que les plazca”. Es decir, donde las  élites se echan la democracia al bolsillo cómo y cuando quieren y a los otros se los  descalifica porque  reclaman derechos.

El alcalde, aliado con los narcos, dio la orden y  los mataron. Los “desaparecieron”. Lo grave, si  aún cabe mayor gravedad,  es la reacción del Presidente: después de un mes. ¿Entonces?

Y sin educación, digo sin educadores de verdad, ¿adónde va un país? ¿Adónde?

Aquí, en Chile, en nuestro país, necesitamos una Reforma Educacional para mayor bienestar social, igualdad y competitividad. ¡Gloria y honor a los 43 estudiantes normalistas  de Ayotzinapa, México, que lucharon por una  mejor educación, la paz y la justicia!

 

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