¿Y por qué a mi no? El Estado subsidiario en la gratuidad de la educación

Por Claudio Vargas Mancilla Licenciado en Trabajo Social en la Universidad de Los Lagos

 

La gratuidad de la educación, es uno de los objetivos de las  fuerzas sociales transformadoras en nuestro país. Grandes hitos han marcado este proceso, como la revolución de los pingüinos en 2007 o en el 2011 cuando los mismos secundarios, ahora en la universidad, tuvieron a las casas de estudios en paro por más de cinco meses.

Este proceso hoy alcanza una nueva etapa, con el anuncio realizado por la presidenta Bachelet hace algunas semanas, donde los estudiantes pertenecientes a los primeros cinco deciles de estratificación socio-económica en Chile podrán acceder sin costo a la educación superior en las universidades agrupadas en el Consejo de Rectores (CRUCH).

Esta noticia, no pasó desapercibida en las redes sociales y fueron numerosos los reclamos ante la medida que solo incorpora al 50% más vulnerable, o sea, familias que no superen un ingreso per cápita de $154.166 ¿La razón de esta metodología? A continuación.

En 1980, la dictadura de Pinochet confeccionó una Constitución bajo el modelo de economía social de mercado, otorgándole un enfoque subsidiario a la política pública, buscando que los privados (ciudadanos), por medio  de transacciones monetarias sean capaces de adquirir bienes y servicios, incluyendo la educación y la salud. El Estado por su parte, solo es proveedor de bienes, servicios y dinero (ej: Útiles escolares, las acciones pedagógicas realizadas por un profesor en el aula y un bono de transporte)  a las familias con mayor vulnerabilidad socio-económica a través de políticas y programas sociales.

En esta lógica, es imposible que el Estado sea capaz de entregar beneficios a toda la población, dado el modelo de política impuesto por la dictadura en la carta de navegación del 80. La clase media y los grupos sociales con mayores ingresos, por su situación, deberán seguir esperando por un Estado de bienestar y protector que solo puede ser posible con un cambio de Constitución.

¿Mientras tanto? No le pidamos peras a los olmos

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