LA CIA NO EXISTE

 

Por Carolina Vasquez Araya  (@carvasar )periodista Chilena Radicada en Guatemala

 

Todavía algunos creen que la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América es un invento de los cineastas para hacer más atractivo el negocio de Hollywood, y no ha tenido ingerencia alguna en los asuntos internos de otros Estados.

 

Millones de folios de documentos desclasificados surgidos de los archivos de la CIA en los últimos años, revelan con lujo de detalles cuál ha sido el papel jugado por esa agencia en el desarrollo de la política mundial.  Y ese papel no ha sido muy limpio que digamos. Allí están las huellas de su paso por Haití, Brasil, Cuba, Argentina, República Dominicana, Chile, Guatemala, Panamá y Granada, entre aquellos casos que conmovieron con mayor fuerza los cimientos de la política latinoamericana. Sin embargo, el hecho de que la CIA se muestre ahora proclive a colaborar en el aporte de material de base que se utiliza en investigaciones y procesos de recuperación de la memoria, no significa que haya desaparecido, y mucho menos abandonado su participación en actividades de espionaje, con todo lo que eso involucra.

La CIA ha tenido el triste protagonismo en la mayoría de secuestros, asesinatos, conspiraciones, golpes de Estado, invasiones, infiltración, robo de documentos, persecución política, represión, chantaje y cuanto mecanismo se ha utilizado contra la libertad de los pueblos y su derecho a elegir soberanamente tanto a sus gobernantes como a su ideología.

El abuso de poder ha llegado tan lejos como para provocar la mea culpa de altos personajes involucrados con las actividades de la agencia, como por ejemplo la del ex Secretario de Estado Henry Kissinger, quien hizo públicos los detalles de su históricamente vergonzosa participación en la intervención de su gobierno, la cual desembocó en el golpe de Estado de 1973, en Chile.

Por lo tanto, cuando alguien afirma que una guerra civil que duró más de tres décadas y acabó con la vida de cerca de doscientas mil personas –como el conflicto interno de Guatemala- es un asunto puramente interno, está negando una parte fundamental y obvia de la realidad que ha marcado la vida de nuestro continente y el futuro de nuestros pueblos.

No se mueve una hoja sin la voluntad de quien controla los hilos del poder. Y ese poder, capaz de derrocar gobiernos, imponer bloqueos comerciales y sentar dictadores en los sillones reservados a los presidentes constitucionales, es el mismo de aquellos que controlan la economía mundial. Por lo tanto, ¿dónde está el misterio? ¿dónde la duda? ¿quién sería capaz de ocultar una realidad que se escapa a borbotones de los archivos donde se registra la verdadera historia de nuestro siglo?

Es necesario aceptar que una buena parte de nuestra vida política ha sido dirigida a control remoto.  Y esto ha sucedido no sólo a través de actos de violencia, sino también por medio de una sutil y bien diseñada propaganda infiltrada gradualmente en los esquemas de valores, capacidad de juicio, percepción de la realidad y todo aquello que nos hace vulnerables a la pérdida de la conciencia social.

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