Carolina Vásquez Araya (@carvasar) Periodista Chilena Radicada en Guatemala Directora de Revistas y suplementos Prensalibre
El reportero había trabajado toda la noche, reuniendo las cifras que tenían que ver con niños: en un expediente desordenado, tenía los índices oficiales y aquellos que las organizaciones privadas le habían proporcionado a partir de sus propios estudios. Todos, sin excepción, mostraban algunos espacios en blanco, limpios testigos de la dificultad para obtener datos en un contexto tan duro de medir, en el cual los burócratas que están supuestos a proporcionar los datos creen, sinceramente, que tienen la potestad de negarlos.
Allí estaba, en unas cuantas hojas bond tamaño carta, la historia actual. La necesidad de establecimientos educativos en el campo y en los centros urbanos. La dificultad que enfrentan a diario miles de niños que tienen que trasladarse desde su hogar a las pocas escuelas disponibles. La actitud discriminatoria de una sociedad que impide a las niñas acceder a la educación la cual, por una tradición injusta y limitante, está reservada a sus hermanos varones.
Pensó en las promesas de los gobernantes y pasó revista mental a los problemas que involucraban a la niñez y a la juventud en un país en donde este segmento de la población es abrumadoramente mayoritario. Recordó, de paso, las últimas denuncias publicadas por algunos medios sobre maltrato infantil, asesinatos de niños de la calle, abuso sexual y tráfico de menores.
Tomó nota, para no olvidarlo, que también están los casos de muerte de niños por epidemias de tuberculosis, tos ferina, sarampión, desnutrición… y no pudo dejar de pensar en el inmenso contraste de este escenario caracterizado por la riqueza y la pobreza extremas, por las guerras injustificables y por la alta tecnología incorporada hasta en las tareas domésticas.
En su pequeño expediente, todavía había tema para rato. Por ejemplo, ahí se encontraba subrayado el abuso sexual, muy cerca de la violencia intrafamiliar y esa enorme contradicción entre el humanitarismo de algunas instituciones, y su postura intransigente ante el SIDA que hace estragos entre los menores indefensos.
Con todo este bagaje bajo el brazo, se encaminó con determinación hacia el grupo de colegas que trataba de entrevistar al mandatario de turno…
Sorteó con relativo éxito el muro de guardaespaldas y logró aproximarse lo suficiente para oír las respuestas a las preguntas sobre los temas más importantes del momento. Estos eran los mismos de siempre: cuestiones financieras, precios del combustible, venta de activos, negociaciones con la oposición sobre cuestiones de segundo orden, discusiones dentro del seno de su propio partido, y por ahí una que otra mención a los problemas de salud e infraestructura.
Se tocaron, obviamente, los delicados asuntos de política de Estado en lo referente a seguridad ciudadana, educación y vivienda. Las respuestas fueron, como de costumbre, dentro del tono positivo y paternalista que todo mandatario que se precie de comprender las sutilezas del sistema democrático debe adoptar en cuanto sube al poder.
El reportero aguardó con paciencia a que los demás se retiraran satisfechos. Era lo de costumbre. Análisis más o análisis menos, todos los días, aún con el mandatario anterior y el anterior a ése, salían todos de ahí con material similar que, mal que mal, serviría para completar la tarea diaria.
El espacio dejado por un camarógrafo que corría en ese momento a capturar la imagen de uno de los ministros de moda, le permitió colocarse en una posición privilegiada. El mandatario le sonrió. Se conocían desde muchos años antes y le había tocado cubrir algunas de sus giras…
Sacó sus papeles arrugados del bolsillo y le espetó, directamente, haciendo caso omiso de las introducciones aclaratorias que le había recomendado su catedrático de la escuela de periodismo: «señor Presidente… ¿cuál será la política de su gobierno respecto a la niñez?»
Todos aprestaron sus bolígrafos para anotar la respuesta. Por eso no vieron los ojos divertidos del presidente cuando sonrió y dijo, en un tono amablemente sarcástico: «Pregúntele eso a mi esposa, usted… esto de los niños son cuestiones de mujeres…»