Por Felipe Mancilla Egresado de Derecho de la Universidad Autonoma de Chile
Se acaba de promulgar la ley que elimina el sistema binominal reemplazándolo por uno proporcional. Frases clichés surgen de los distintos actores políticos, tales como, “se está fortaleciendo la democracia”, “se ha dado un paso gigantesco hacia la representación ciudadana”, “por fin se pondrá término a este llamado empate político”, donde las 2 grandes coaliciones imperantes en nuestro sistema, siempre obtenían la casi totalidad de los cargos, en desmedro de otras fuerzas independientes o alianzas políticas de menor envergadura.
Si bien es cierto, existe consenso que luego de 7 elecciones parlamentarias realizadas con el sistema binominal, éste estaba agotado, extraordinariamente desacreditado y muy mal visto por la ciudadanía, siendo tildado en muchas ocasiones como el gran causante de la decadencia que la clase política le ha tocado sobrellevar en los últimos años, llegando a niveles inimaginables de desaprobación del Congreso por la sociedad, el gran porcentaje de abstención electoral vivido en las elecciones realizadas desde que el sistema de inscripción automática y voto voluntario se instauró, en ese entonces como una forma de buscar mayor representación y participación del electorado con sus autoridades, fracasando abismantemente, obteniendo inclusive, el efecto contrario al que se buscaba. Si a todo ello le agregamos la guinda de la torta, los casos conocidos como Penta, Caval y SQM, la gente ya no le cree no sólo a los parlamentarios, sino que a todo aquel que se dedique a la actividad política.
Pero el nuevo sistema es un fracaso ante la gran posibilidad de haber realizado cambios profundos en nuestra democracia, ya que no alterará este empate técnico entre la Nueva Mayoría y la Alianza, sino más bien robustecerá el poderío de estas, debiendo las pequeñas coaliciones o independientes buscar figuras de renombre, con una gran atracción popular del electorado, los cuales deberán imponerse contra las listas de los partidos ya tradicionales en su conjunto, esto es, sumando los votos de todos sus candidatos y superando su promedio. Es por esto que de los 12 nuevos Senadores y 35 nuevos Diputados, me resulta ilógico pensar que estos serán ocupados por una gran cantidad de independientes o de partidos o movimientos políticos no tradicionales.Muy por el contrario, dichos cupos serán ocupados por los partidos políticos que ya pertenezcan a estas 2 fuerzas actuales, o aquellos que por conveniencia se incorporen a estos en búsqueda de cupos, tal cual como sucede hoy con el sistema vigente.
Por otro lado, no resulta nada atractivo, incluso irracional, que siendo los parlamentarios parte del poder legislativo, el cual es la institución peor evaluada, se busque cambiar esta imagen aumentando el número de legisladores, significando esto un aumento en los costos no sólo en las dietas que cada parlamentario recibirá, ya que a ello debemos sumarle gastos como arriendo de oficinas, personal administrativo, asesores, asesorías externas, entre otros. En razón de aquello, es que hoy Chile no necesita más parlamentarios, sino mejorar la calidad de estos en el ejercicio de sus funciones y mejorar el grado de cercanía y representatividad que el electorado siente hacia sus autoridad una vez que estos han sido elegidos.