Fernando Aizman , Académico Facultad de Ciencias de la Naturaleza , Universidad San Sebastián
Los hechos muestran que hoy la conservación de nuestras áreas protegidas se viste más de voluntad que de acciones que apunten a su resguardo y los anuncios rimbombantes en esta materia son una moneda de dos caras. En una está la intención de compromiso de las más altas autoridades; y, en la otra, ser uno de los países de la región que menos presupuesto destina para estos fines.
Este año se anunció la creación de dos esperados parques nacionales, Los Glaciares y Desierto Florido; pero además se comunicó que el presupuesto para su conservación disminuirá un 21% en 2023, lo que agrava una situación ya compleja.
Es importante transparentar que con el presupuesto actual se corre el riesgo de no cumplir con el objetivo fundamental por el cual se establecen las áreas protegidas, que es asegurar a perpetuidad la conservación de la biodiversidad para el beneficio de todos y todas.
El efecto inmediato recae en las personas que trabajan en estas zonas. Trabajadores como los y las guardaparques nos tienen acostumbrados a su entrega y profesionalismo, pero no pueden lograr lo imposible. La falta de recursos afectará de manera inmediata labores como el mantenimiento de la infraestructura para una visita segura o el control y supervisión en los sectores de alta visitación, que son tremendamente sensibles, especialmente, en periodo estival.
Con una disminución de presupuesto sería esperable que se privilegie la atención de visitantes por sobre las tareas de conservación y que el resultado sea una administración parcial o discontinua de las áreas protegidas. Es decir, que se vieran afectadas tareas de control de amenazas sobre la biodiversidad, como las destinadas a evitar los incendios forestales, las que impiden la extracción de recursos en ellas o el control de especies exóticas invasoras.
En casos extremos, lo anterior puede provocar el cierre de sectores de uso público, afectando de manera directa a las personas que buscan disfrutar de la naturaleza y a quienes viven y se benefician de la actividad turística.
Cuando globalmente la tendencia es avanzar hacia el desarrollo sostenible, ¿realmente queremos ir en sentido contrario? Todos debemos tomar conciencia de los efectos de una decisión de este tipo sobre la biodiversidad. Poner en riesgo nuestras áreas protegidas es una urgencia, no hacerlo puede llevarnos a un punto de no retorno.