Padres e hijos

Por Rodrigo Figueroa
Académico Instituto de Estudios para la Familia
Universidad San Sebastián

Señor director:
Quizás no hay relación humana de mayor hondura ontológica que la que se da
entre padres e hijos, pues la filiación es como un surco inmenso que le da una
dimensión de trascendencia inigualable a ese otro que es el “más próximo al yo”. Ese
otro, sin embargo, tiene un largo periodo en que es todavía niño y, por consiguiente,
permanece durante ese tiempo, aún de la infancia, como alguien particularmente
dependiente, vulnerable, necesitado de amor, educación y protección. La niñez es esa
etapa de la vida todavía en tránsito hacia un destino que permanece muy abierto y que,
sin los demás, sobre todo sin los propios padres, queda a la deriva, al modo como un
mástil que, despojado de su base, se inclina hacia el abismo.
Los niños reclaman una atención única y a largo plazo; y fundamentalmente en
ellos radica la esperanza de cualquier grupo humano para sus próximas décadas. Una
sociedad sin niños es una comunidad condenada a su próxima extinción y, si bien la
paternidad real dista de la representación idílica que a veces se fomenta, es un suceso
que sigue siendo el primer peldaño de la continuidad de la vida y de la pervivencia de la
misma historia.

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